2011/03/07

En la más alta torre

Entre una espesa nube de matorrales verdes, reposa tu alma en un pico altivo, tu torre hecha con retales de marfil. Allí en lo más alto contempló como la doncella de cabellos dorados acariciaba su rostro hacia la brisa que peinaba sus rizos bañados por el sol. A nadie allí arriba le era imposible llegar, allí arriba ella esperaría sin impaciencia, sin mirar al cielo, sin apaciguar a los pájaros que anidaban en su balcón. En una cesta colocó el enamorado del bosque, su más alta estima de crisantemos para la doncella, llamaré su atención con colores que la ensimismen, dijo, grave error, pensó. Recopiló jazmines, los más impolutos que encontró. Talló rosas y las espinas les borró para no pinchar con descuido a la que para él, era su más bella flor. Desde ya lejos, en busca del presente perfecto para la doncella, y allí entre los verdes árboles que a sus ojos le evocaban vió el eterno enamorado como los caballeros andantes intentaban escalar la alta torre y llegar hasta la doncella. ¡Lánceme una mirada bella dama!, ¡Apresure una cuerda mi más preciado amor! decían aquellos que intentaban alcanzarla, pero nada hacía sospechar a la doncella su toque de atención. Allí siguió el pájaro, allí siguieron sus cabellos dorados al sol. Trovadores de todo el reino intentaron captar su visión con una habladuría poco común en forma de sudorosa y aciaga canción. De nuevo desde la colina el recolector de enamoradas flores suspiró. Y cogiendo el más hermoso de los lirios, sus manos de flores, olores y sueños se llenó. Cuando se dispuso a ofrecerle su ofrenda a la doncella, algo en el cielo se retorció de dolor. Así con unas cuantas lágrimas, el lago se anegó de desolación. La doncella volvió al interior de la torre, sin percatarse de los gritos del enamorado, cerró las ventanas, echó las cortinas y el pájaro voló hacia otro rincón de su, quien sabe, hallado corazón. Marchitadas por el agua, las flores se perdieron entre manantiales de agua y esfuerzos en vano. El enamorado, agarrado al tronco de la salvación, allí la noche aguantó cual caballero sin espada, sin armadura, sin cobijo y sin voz. Esperó a ver primero las estrellas, esperó la luz de la luna, esperó, esperó y esperó. La doncella dormía bella, intocable, inalcanzable como aquellas estrellas que ansiaba tocar, que las nubes no les permitían vislumbrar. Quizás mañana el sol me la traiga al balcón, esa doncella con la que siempre soñó. Quizás mañana broten más flores y pueda volver a intentar ofrecerle a ella lo mejor que tuve, mi corazón.

3 comentarios:

DASKABE dijo...

El caballero debe preguntarse si vale la pena esperar a la "doncella".
¿Recuerdas "Cinema Paradiso"?

Saludos.

Luigi R.p. dijo...

jejeje la recuerdo.
Pero la espera, siempre merece la pena :)

DASKABE dijo...

Pues cuando quiera el caballero ya me contará sobre la doncella de la torre que está esperando.