2011/02/24

Por debajo de la mesa

A veces la vida te enseña las cosas a base de cuatro cucharadas de azúcar moreno. A veces el deseo de lo inexplorado se transforma en energía incontrolable, incomprensible, ilegítima. Es curioso, como una mirada directa a los ojos, como un subtexto lo puede llenar todo de clarividencia y a su vez de misterios altamente peligrosos para el que aquí escribe. En menos que canta un chasquido, sin quererlo, estás con otras personas, en sitios diferentes que ya antes habías pisado. Con otros ojos, con gente que no sabe que decir, que tiene tantas cosas por sentir. Y allí tímidamente, bajo la atenta mirada de un observador intuitivo, una caricia ajena en tus muñecas, debajo de la mesa. Es imposible no mirar, hacer caso omiso, leer entre líneas, pensar: "Lo sabía, pero me sigue dando igual", egoístas en mayor o menor medida, impulsivos, así somos. Más tarde vuelve a cortarse ese caos de seducción y te dices, ya está, no es nada. Es posible que  se haga un mundo de todo, lo más seguro, de ilusiones también se vive. Pero nunca un abrazo desconocido había sido tan sincero, vaya que si, a veces se siente muchísimo más que el del conocido. Es entonces cuando todo vuelve a ser absolutamente extraño,  se oculta lo anodino, florece de tu bota la palabra humana más desconocida por todo impulso nervioso: sentimientos, algo que nos guste o no, es imposible evitar, pese a que todo esté encharcado, masacrado. Quizás hoy me haya sentido bien conmigo mismo por primera vez en el año, sin ningún alarde, ningún avance o retroceso, siendo tal cual, sabiendo lo que hay en todo momento. No sé que está pasando en estos últimos meses, el año ha empezado a un ritmo endiablado, con cosas muy extrañas y parece no detenerse, aunque la verdad, me importa un pimiento, que sea lo que sea, como diría Jorge Drexler.

2 comentarios:

DASKABE dijo...

A saber. Pero creo saber por donde vas chato.

David Cotos dijo...

Cierto.