Dunas

¿Cómo deseas morir?... ¿Quieres acaso que te mate metafóricamente?. Llevo siglos andados, o a mi me lo parecen. El viento no deja de advertir, de golpear mi pelo hasta convertirlo en un infinito collage. Me acerco a tu lado, damos un paso, pero inexplicablemente retrocedemos cuarenta. Así vamos muriendo, avanzando, muriendo, poco a poco. Rompes contraseñas, creas un mar de confianza y desconfianza en el mismo impacto. Sigo andando por los desiertos de siempre, las dunas no han cambiado, pero según tú, estoy más viejo, cansado y moriré solo. El faquir que siempre me echa la culpa de que sus espadas le quemen, ha vuelto a marcar mis pisadas, sus alfileres ególatras se clavan directamente en todo lo que toca. Y sigo en las mismas dunas, las tuyas son subterráneas, se mueven, hay serpientes exóticas, de colores, hay música, agua, pero también oscuridad. En mi caso, el viento, el faquir, las mismas dunas, mis pies cansados, mis zapatos desgastados, mi barba de 30 días. Desde el subsuelo, me dices de nuevo: Te va ser viejo, estas hecho para envejecer y morir solo. Tú no llorarás mi muerte, llorarás los recuerdos, me dice. Lo que ella no sabe, es que después de saber que es lo que hay en el subsuelo, después de caminar encorvado cansado de pisar mil y una noches de dunas y testarudos faquires, ella tiene la mirada cansada, ella está vieja de belleza altruista, ella no sabe que todos moriremos de una sola manera. Solos.