Sobre gotas y reflejos

Hay personas a los que los días lluviosos las ponen tristes, quejicas. Hay otras en cambio que las transforma en nostálgicos, las inspira, la vida se ve mucho más realista y natural que nunca. Buscando varios fenómenos, observo llover en un tren y veo que todo tiene bastante sentido, pues con las gotas se define el camino de todos. La inercia o la velocidad hacen que cada gotita se incruste en el cristal, siguiendo un camino impredecible y aleatorio, es curioso, algunas parecen hasta que se persiguen buscando algún apego, un impulso casi pasional. Y cuando me digo: "Estás enfermo", miro que dos gotas unen sus caminos y su fuerza se incrementa, se hacen más rápidas, fortuitas, pasionales, tenía razón. Pero nadie las está mirando. Cuando el curso de las gotas sigue sin cesar, miles iguales, diferentes, uniendo sus caminos, algunas muriendo solas, otras aferrándose ante la gravedad y el estupor del frío, la veo a ella. Un reflejo impecable dentro del tren que yo veo sobre el cristal. No puedo mirarla porque está enfrente y se notaría demasiado que estoy adulando mi mente con una cara inolvidable, angelical, que me enamora, pero que solo durará unos minutos, lo que dure la caducidad de mi billete. Y ninguno nos miramos de frente, solo ante el reflejo del cristal, sabemos que nos amaremos solo en ese pequeño instante, pegados al cristal, asomados a la ventana de las miles de gotas, viendo el paisaje pasar a una velocidad pasmosa, viendo el camino de la desolación, de la paciencia, del desgaste, del silencio, de la inexorable indiferencia de los días. Pero todo un billete de caducidad, hasta para las gotitas. Eso es así, pero merece la pena sentir, esto es humano.