2008/07/28

Qué verde era mi valle: un pañuelo

Empiezo con un magnífico director, John Ford, y empiezo con un film impecable "Qué verde era mi valle" (Ganadora del Oscar a mejor película, compitiendo directamente con "Ciudadano Kane"), un relato familiar que contiene en su haber, demasiadas cosas, muchos adelantos a su tiempo, cosas que fueron, son y que serán, a modo de flashback, Que bonita era (es).

En un pueblo minero de Gales viven los Norman, una familia orgullosa de ser todos mineros y de respetar las tradiciones y la unidad familiar. Pero la bajada de los salarios por su trabajo en la mina enfrentará al padre Norman con sus hijos, que ven en la unión sindical de todos los trabajadores la única manera de hacer frente a los patrones. El cabeza de familia, en cambio, no quiere oír hablar de socialismo ni sindicatos.

Philip Dunne firma el impecable guión de la película. Si realmente se analiza en profundidad, encontramos ante nosotros una historia familiar, que se traslada a tiempos atrás, pero que en conjunto, se nos remonta a nuestros tiempos en su manera de ser contada (adelantada a su tiempo), un pañuelo blanco que se va arrugando con cada problema, cada injusticia, y en parte un descubrimiento a la ingenuidad de un pueblo que ve como toda la vida se le presenta en pequeñas cantidades, ya sea la miseria, la prosperidad, el cambio social y político (se presenta un modelo de familia bastante derechista conservadora que va topándose con el progresismo en las mentes) a su vez la religión, tema extremadamente peligroso en la época del film, supongo que polémico, y que trata de manera clara, directa y sin tapujos la injusta conducta del cristianismo (se le condena de hipócrita en más de una ocasión), no me extrañaría nada que en su momento, el film fuera condenado extremadamente izquierdista, que ante todo, no es, ya que toca sutilmente todo los palos de la vida. Tiempo para ver la nostalgia, el aprendizaje, la injusta medida del amor, la aparición de la muerte como punto de giro (impecablemente representada en el guión sobretodo en su parte final, un duro y frío contratiempo que quizás sea el mejor "funeral-argumental" rodado en la historia del cine). Todo esto, contando a modo de flashback por una voz en off, y desde el punto de vista de un niño que ha crecido, y ha visto como la mediocridad ha anegado su valle, ese valle que un día estuvo lleno de sueños, de magia y sobretodo, de verdes esperanzas. Lástima que la realidad sea totalmente distinta. Un guionazo con todas las letras.

En el coral reparto, encontramos al personaje del niño, el que encamina las subtramas y en general, el alma de la historia, interpretado por el actor Roddy McDowall, que hace una excelente interpretación. Quizás el personaje más interesante sea el del actor Walter Pidgeon, el joven predicador Gruffydd, que se ve inmerso en hipocresías por su amor al personaje que encarna la bellisima Maureen O'Hara, Angharad, una historia de amor que pasa del tópico, porque realmente lo lleva a otro nivel, poco visto en el cine, así que atención. Destacar a los personajes que hacen de los padres del chico, por un lado, Donald Crisp, en un papel que destaca por su extrema sobriedad (acoplado a un canon bastante chapado a la antigua), y a su vez por ser inolvidable y tierno. La madre, impecable trabajo de Sara Allgood, llena de coraje y buenas frases, algunas con cierto humor, cargadas de irónia y franqueza. El resto, muy acorde, destacaría también el papelito de otra dama del film, Anna Lee, curiosamente todos los papeles femeninos aportan cierto grado de inteligencia y dinamismo al film sin decir mucho, cosa bastante impecable. Un reparto excelente, cargados de buenos momentos e inolvidables caras.

Y he aquí a John Ford, grande entre grandes, colocando justo la cámara donde lo pide la secuencia, siendo ejecutor objetivo, y centrado en sacar lo máximo de sus actores, eso si, antes de eso, se preocupa en decirnos las veces que haga falta, que todo ocurre en un mismo lugar, mostrando con detalle el pequeño valle, el espectador no se pierde en todo momento, y aunque la dirección carece de artificio y está enfocada de una manera teatral, Ford llena de ritmo y detalle cada secuencia, por lo que su trabajo tras la cámara es sobresaliente, es sutil y a su vez sin él, nada tendría sentido. Alfred Newman compone una partitura correcta (quizás algo abultada orquestalmente hablando) que pasa desapercibida, pero que ahí está. Destacar la magistral fotografía en blanco y negro, llena de vida. Lo que destaco: El guión, sublime en contenido, John Ford tras la cámara. Escenas: El inicio, la historia de amor principal, El niño dentro del colegio y sus posteriores consecuencias, la parte del giro final, un discurso en la iglesia y un cierre ciertamente duro y como pocas veces se ha visto en pantalla, totalmente inesperado. Lo que menos destaco:A veces se hace algo lenta, la caída de la madre y el crío a la charca helada es algo confusa y todo ocurre con bastante rapidez.

En definitiva, un clásico de esos que nunca se olvidan, un pañuelo lleno de lágrimas, que conservó un día su color y que ahora queda guardado con recelo en un cajón. Una historia adelantada a su tiempo, con otro genio del cine de por medio, John Ford. Un 9,5.

NOTA: 9,5/10
RECOMENDACIÓN: Cinéfilos.
DURACIÓN: 118 min.
AÑO: 1941
Ficha en IMDB



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